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diciembre 14, 2008

Hormonas ejercitadas

Hace unas semanas, un amigo me regaló unos pases libres para acudir a un conocido gimnasio. Es la época pues en la que medio mundo se empieza a estresar con bajar de peso, endurecer las carnes y marcar ciertas zonas, para que dizque estar 'en forma' en los calenturientos meses que se avecinan.
Particularmente debo confesar que nunca he pagado ni un sol por acudir a uno de estos lugares, ni por un mes siquiera para probar como es esa nota. Y las veces que he pisado uno ha sido por estos benditos pases que llegan a mi mano de una u otra manera. Sin embargo, estando allí no puedo negar que toda esta onda tiene un cierto encanto, un bienestar desde distintos puntos de vista, una adicción poco manejable para algunos y un disfrute lúdico para otros. Pero aún con todo esto, la idea de incorporar una rutina de ejercicios físicos en mi vida -bajo la presión incluso de terceras personas- parece flotar aún en el limbo.
Bueno, la cuestión es que los pases eran sólo para un fin de semana, pero supuse que podría quemar la misma dosis de calorías haciendo 'mis propios ejercicios', así que decidí ir un domingo por la mañana. Debo acotar que no cuento con la indumentaria elástica necesaria, asi que enfundada en un buzo y un polo pequeño sali del camerin con la mejor de las sonrisas, pues ver gente tan motivada una mañana dominical, contagia a cualquiera.

En cuestión de minutos, tenía frente a mí a Fabiano, quien se presentó como mi personal trainner. Fácil vio mi cara de desubicada o de de muy emocionada y dijo: 'esta es nueva'. Le indiqué que en efecto, lo era y que por favor me sugiriera cuál podria ser mi rutina sin correr el riesgo de quedarme con medio cuerpo paralizado o con una chiripiolca en mitad del ejercicio.
El hecho es que estar ahi durante hora y media fue suficiente para comprobar lo que alguna vez pensé: acudir al gym tiene de cierto modo un trasfondo muy, pero muy sexual. Cuerpos sudados, músculos marcados, ropas apretadas, miradas y movimientos sugerentes y hasta poses, sí poses, insinuantes para realizar ciertos ejercicios es lo que encuentras al frente, al costado, atrás y adelante. Están por todos lados, claro que definitivamente este panorama se atenuó notablemente al día siguiente, lunes por la noche, cuando el espacio parecía insuficiente para albergar tanta humedad.
Claro está que también vi cómo algunos se concentraban, mismos Rockys Balboas -salvando las distancias claro- en sus ejercicios con las máquinas. Otras flacas que, siendo muy delgadas querían quemar ese fucking rollo que creo que no es otra cosa que el intestino grueso marcándose en el pellejo, pero para ellas es el puto rollo que nunca baja. Yo la verdad me divertía mucho con la música, y con las series que ponían en las teles que están cerca a las máquinas de spinning, pero el calor parecía aumentar, el oxígeno faltar y la imaginación volar.
Se supone que debía acudir el martes, pero los tiempos se me complicaron. Sin embargo, al comentar esta experiencia con amigas, sus gargantas empezaron a salivar al preguntarme acerca del instructor, de los patas que iban, de los bien formados cuerpos y de toda la nota sexual del asunto. Obviamente que yo no podía mostrarme ajena a ello, porque en definitiva esa carga está presente, hasta omnipresente diría, está en cada rincón de ese espacio alfombrado, el olor a sexo está encapsulado y las hormonas flotan como pequeñas burbujas en el aire. Incluso mi amigo gay me contó -inflando su peludo pecho- que ya se matriculó en el gym. Le dije: si pues ya se viene el veranito y hay que bajar estos rolletes y me dijo: juat???? naaaa, se viene el verano y hay que conocer chicos. Osea.... Plop!