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febrero 25, 2008

Ser una correveidile

Hace algunos años tuve la oportunidad de conocer a dos personas que se convirtieron –lastimosamente por sólo un corto tiempo- en dos de mis mejores amigos y quienes me enseñaron –solapamente no más- que en una relación ‘tres son multitud’. En aquella época, el alcohol y los puchos fueron nuestros compinches cotidianos y mudos testigos de la historia de amor que los envolvería y en la que yo desempeñaría -para mi debut y despedida- el papel de la alcahueta, la ‘celestina’, la ‘correveidile’.

Craso error. Nunca más me dije. Pa’ alcahueta, la vieja del edificio, la loca del callejón, el carretón del barrio, pero yo no. Por aquellos días, durante mis almuerzos universitarios junto con mi estofado con lentejitas de los lunes, digería el discurso atormentado y culposo de M: ‘Tía, toy cagada. Aún no puedo terminar con R y no dejo de pensar en C’. Y lo peor de todo, es que sé que R no se lo merece, pero ya no siento nada por él’ y bla bla bla, me confesaba M. ‘¿Qué hago? Puta tía, gracias por estar aquí’ (más bla bla bla) continuaba M. No puedo negar que en realidad, sí me importaba que M saliera de esa situación de la forma más rápida y menos dolorosa. Así que respiraba profundamente, y tras advertirle por enésima vez, que la cachetearía frente a todos si continuaba con su cara de autogol, le lanzaba mi dardito de positivismo y algunos pseudos consejos para que de una vez por todas mandase al cacho –muy sutilmente claro está- a R y se empatara con C.

Por su parte C, vomitaba todo su sancochado amoroso mientras hacíamos hora para entrar a clases e incluso -recuerdo muy bien- una noche con un vino de por medio y varios puchos. Sin embargo, lo paradójico del asunto es que por un lado, percibía la tajante seguridad de uno frente a la tormentosa inseguridad del otro, y ambos sabían que yo era el cofrecito de lata que guardaba sus mutuas confesiones.

Según yo, la estaba haciendo linda, lanzando estrategias amorosas, dictaminando los pasos sin pierde a cada uno, dándole la carnecita del uno al otro, en fin haciendo de todo con la única finalidad de que se conviertan en novios de una buena vez. Si hasta me sentía que debía tener una columna amorosa en algún pasquín. La cuestión fue, que en efecto para unos meses después, los tórtolos ya andaban de la mano y más templados que laciado japonés. Pero yo, andaba con la cara medio desencajada preguntándome en qué parte la había cagado, qué cosa dije que se malentendió o que actitud tomé para que los tíos se alejarán de mí y se convirtieran en unos conocidos más de la facultad.

Y como a mi me gusta el melodrama tanto como los taco aguja número 13, dejé el asunto ahí. Terminamos la universidad y ahora ellos siguen siendo una simpática pareja y yo me remito a hacerme la cojuda y a pensar que nada pasó, mientras mantenemos un saludo cordial.


Santo remedio como diría mi abuela. Me dije: Hasta aquí no más llegó mi cariño. La próxima vez que me quieran hacer una jugada triangular y convertirme en el ‘correveidile’ de un flirteo y posterior romance que se busquen a otra porque para mí ya ‘no corre’.

Sé que la intención de este par de amigos quizá fue la de tener a alguien con quien desfogarse, o tener otro punto de vista o porque realmente les caía bien y la amistad era para eso también, para superar este momento. Sin embargo, me pregunto cómo sabes qué mensaje deslizar, qué señal advertir, qué sugerencia dar cuando te dan por los dos lados…. (suave, ahí). La buena voluntad te hace barra desde la tribuna pero aquí, la verdad es que en la cancha sólo hay dos equipos, cada uno con sus aciertos y errores, tú obviamente sigiloso, como rata de río, estás al acecho para ver las jugadas y jalar agua para tu molino. No más y que pasen la canchita.


Saliditas conmigo, noooo

Jamás. Yo nunca. Fue ayer y no me acuerdo. ¿Qué es lo que nos lleva a negar una relación? ¿Qué es lo que te lleva a pensar que lo que tuviste con alguien fue sólo una ilusión óptica masiva? O peor aún, ¿Cómo puedes justificar ese desliz de tu pasado y salir airoso sin temor a que te caiga una pedrada por mentiroso?

Empecemos reconociendo que los romances más negados definitivamente son los de los años escolares. Échale un vistazo a tus memorias estudiantiles y no te sorprendas al recordar cómo fulanito pudo estar con zutanita, o cómo te pudo gustar menganito. Así fue y todos los saben. Hasta tus viejos se acuerdan de ello, pero tú tratas de resetearte y borrar esa carpeta de tu pc.

Pasan los años y le chantas la frasecita ‘era chibola pes y además no fue nada’. Y con eso, asumes que el resto de los mortales puede pasar por alto la negativa de dicha relación. Mal pues; a lo hecho, pecho reza el dicho. Además qué te asegura que tú también hayas sido negada y hasta fácil en el cole, tú fuiste la que te mandaste. Doble roche.

Ahora otra cosa es que en realidad, tus gustos dejaban mucho que desear. Pero bueno, ese ya es otro rollo. La cuestión aquí es que ya no estamos para hacernos los tercios de las relaciones que entablamos. Claro tú puedes venir todo canchero a decir: ‘estábamos saliendo no más, o sea, de saliditas no pasábamos’. Y está bien, si en efecto, así fue. El detalle está que hay que tener una más grande que la de Campo de Marte para negar lo innegable, aún más cuando ello fue vox populi.

Cinismo out y cojones –en ambos casos- bien puestos son lo que se necesita para asumir maduramente una relación, por más que ella se pinte como un intento de relación, un amague de incendio, una finta futbolera, etc, etc. No nos convirtamos tampoco en hinchas de telelloronas mexicanas y hablemos de sentimientos implicados. Tampoco, tampoco, pa’ dramas basta con las lagrimitas de la nueva señito Tula.

Ahí está, para que vean que en todo lado se cuecen habas. ‘No lo amé’ dice la Valcárcel, refiriéndose al gansaso de Carmona. ‘No como sobras’ refuta la otra. Total, tutilimundi sabe que se comieron al pejerrey ese y ahora las dos se arañan y niegan sus cogidas, saliditas e incluso sentimientos. No pues. Me da rabia, esa actitud y seguro el otro se caga de risa en su cama mientras enfila su artillería hacia otro lado.

Ya todos a estas alturas del partido entienden la frase ‘estamos saliendo’. En cristiano: estamos agarraditos de la mano, nos besamos, estamos intentándolo, cogemos, pero NO somos novios. O sea… ante la sociedad, sigo con el status de soltera ricotona o soltero ganador. Y en efecto, así es. Pero no hay que negar esa situación, ese es el kit del asunto. ¿Cuál es la intención? ¿No acumular puntos en contra en tu vida sentimental? ¿Acortar tu lista de posibles novios o novias para mostrarte más decente o mejor candidato (a) a una relación? O simplemente negar que anduviste con un o una ‘peor es nada’ porque la cruda realidad es que te da vergüenza de él o ella.

Una actitud así te pinta de cuerpo entero, por ello, la próxima vez que pienses en negar a alguien considera que el o la del jaque mate no siempre serás tú y en lo que menos piensas te dirán: tú, ¿cuándo has sido?. Auch.