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julio 26, 2007

Asuuu qué paja



A principios de año, un amigo mío me hizo una propuesta que, diez años atrás, podía haberme hecho ir a la Iglesia a confesarle al renegón cura, lo sucia que me sentía. El me había propuesto que le enviase por email mi más loca fantasía sexual y que además les pidiese a mis amigas cercanas que hagan lo propio para que él pueda leerlas, editarlas y elaborar una publicación que permita determinar un patrón de las fantasías sexuales más recurrentes de las muchachas peruanas.

En mi caso, recordé un par que quizá con un poco de perseverancia las podía haber cumplido porque sinceramente, de fantasías, no tenían mucho. Sin embargo recordé una que surgió al ver uno de estos programas de lucha libre americana, que terminó por arrancarme una sonora carcajada cuando la conté.

Resulta pues que cuando empecé a hacer la pequeña encuesta entre mis amigas, hubo las más diversas reacciones. Algunas se negaron rotundamente a hacer públicas sus confesiones. Otras manifestaron no haberse detenido mucho a pensar en alguna fantasía, y simplemente dijeron no tenerlas. Más falsas que cachetadas de payaso. En fin, tampoco estoy para rogar. Sin embargo, hubo una que me dijo: perfecto, te puedo ir pasando un par este fin de semana y las otras más adelante, aunque están un poco hardcore. Plop!!!

En una oportunidad, una amiga me confesó que le gustaba la idea de que en pleno momento calenturiento su pareja le contara que los sueños o las ‘pajitas’ que se había hecho con ella. El tipo, de lo mas horny, no tenía reparo en darle hasta los detalles que ella sinvergüenzamente me contaba. Se disculpó de no enviarme sus ‘cuentitos’ como ella los llamaba, por tener tiempo para sentarse y escribirlos, pero que si le ponía unas cuantas chelas, se despacharía con todo. Replop, ahí quedo el asunto.

En otra oportunidad, una ex compañera de trabajo terminó contándome que todas sus fantasías se relacionaban con su profesor de derecho procesal, que además de ser un señor cuero, era de lo más picaflor. O sea, estaba 100% segura que alguna de las ‘pajitas’ que había tenido, terminarían concretándose. Yo le pregunté, entonces, si había habido algún avance, es decir, alguna salida o alguna conversación picante. Ella respondió, que no, que a lo más habían intercambiado algunos mails, siempre relacionados a las cuestiones universitarias. O sea… sus fantasías siempre serán fantasías, pues pude averiguar que el mencionado cuero pasó a las filas de los casados el verano pasado. Triple Plop!!!!!!!!

La cuestión es: por qué tanta palta al momento de admitir, si pues, yo también tengo fantasías sexuales! Y qué! Rico pes.

Chiquillas del ayer, muchachas del ahora



Debo hacer una confesión, mitad seria, mitad en joda. ¡Qué rico tener 26 años y parecer una de 22!!! Sin miedo a que me digan chiquivieja, come niños, chibolera, robacunas o a cuanta piedra, punta de lanza o pico de botella pueda caerme, reafirmo esta expresión. ¡Qué rico tener 26 años y parecer una de 22!!!

Conversando con mis contemporáneas amigas -todas ellas han superado la barrera, ahora temida, de los 25 años- he llegado a la conclusión que teniendo en cuenta algunos detalles, y todavía dejando de lado el uso de cremas antiarrugas, fajas para los rolletes y teñidas de pelos, podemos aparentar unos cuantos años menos y ser admiradas por mozuelos pelamuelas que parecen haberse esmerado por verse los más lindos posibles.

Epa! Quiero dejar en claro que una cosa es que sea divertido que te echen algunos años menos, a que te comportes como toda una chibola. Atrás quedaron los años en los que podíamos estar en un cuchicheo ridículo y bastante paltoso frente al chico que nos traía loca. En estos tiempos, simplemente vamos al raje in misericordi del que podemos ser capaces cuando algún espécimen se nos pone al frente o de lo contrario, al ataque furtivo de la presa de la noche. Las palabras sobran.

Meses atrás mis amigas y yo discutíamos si los preferíamos añitos más o añitos menos. Las narraciones de las anécdotas en la que los ex y eventuales agarres fueron los personajes principales fueron de lo más divertidas. La inexperiencia de unos y los afanes de compromiso inmediatos de los otros fueron, algunas veces, las causas de los rompimientos o alejamientos, La noche transcurría y empinando nuestros chops celebrábamos la soltería bien vivida.

Sin embargo, tener 26 y aparentar 22 es toda un arma de doble filo, por un lado los chiquillos te empiezan a sonreír más de la cuenta y lo peor de todo a inventarse historias que merecen ser calladas con un soberano chape, que traducido sea: ya cállate y has lo que mejor sabes hacer; y por el otro, están los treintones, que sin medias tintas te allanan y en el intervalo del segundo agarre ya te están proponiendo una escapada hacia ‘un lugar más privado’ o sea ‘vamos al telo’, pues ya eres mayorcita y sabes cómo es la nota.

No se si fue premonición o qué pero cuando cumplía los 22 años recibí una tarjeta de felicitación con una frase que a la fecha parece tener efecto: “¡ESTAS VIEJA!!!!! es hora de capturar chibolos, chuparles el cuello, adquirir su juventud ser eternamente jóvenes”. Cuatro años más tarde, la leo, la releo, me río, me visto y digo, la noche es joven y yo también.

El chico que sólo quería divertirse



Dejémonos de prejuicios y vamos al grano.” ¿Quieres o no ser parte de una ‘nochecita loca’? tu sabes pes flaquita, una noche loca, de esas que a veces tengo. Nos podemos poner todos loquitos, no? Tú, tu amiga y yo. Habla, ¿nos vemos entonces? Bastaron unas líneas escritas escuetamente por el Chat y no había vuelta atrás, estaba invitada a mi primer trío sexual de mi vida. Ahora pues, ahí te quiero ver, mamita.

No han sido pocas las veces en las que atentamente, había seguido los relatos sexuales de mis amigos varones, quienes no dejaban de sonreír mientras me contaban los detalles de sus encuentros sexuales, en las que no solo participaron sus enamoradas, sino también algún(a) colaborador(a) extra. Debo reconocer que el pudor había sido puesto bajo siete llaves y sentía que mis ojos me delataban al escuchar cada historia. La teoría fue aprehendida entonces… ya vendrá la práctica me decía.

Bueno pues, tiempo después, me habían cursado una inesperada invitación; ahora era yo quien debía responder a las alturas de las circunstancias. ¿No que muy open mind, muy liberal? ya pues, la mesita estaba servida y no quedaba más que darle curso a ‘ese trámite’. Habían un par de cosas que realmente no había considerado: existía una involucrada más, de la que no sabía su opinión respecto al tema, porque todo había sido muy rápido y segundo, me cagaba de miedo.

La cita se dio. Fuimos recogidas en un auto a ritmo de perreo (¿podría haber algún mejor soundtrack para esta historia?) se sucedieron algunas chelas y cigarrillos para ‘sazonar’ el encuentro y ya cerca de la media noche, la situación estaba un tanto avanzada. Unas miradas delatoras y juguetonas eran lanzadas como dardos venenosos en mitad de una sala bastante desordenada. La atmósfera se recalentaba. Era sábado y el chico sólo quería divertirse.

Ya había transcurrido una media hora y no había habido un significativo avance en la situación antes descrita. Sin embargo, la combustión dentro de mi cuerpo por el alcohol y demás menjunjes hacia que la cabeza se me despegue del cuerpo y vaya a terminar pegada al techo, muy alto por cierto, de la casa.

De las miradas juguetonas, se pasó a las sonrisas cómplices y a un quita prendas muy alejado de lo sensual. Ja. Me imaginaba lo que debía estar pensando el muchacho: ¿oe ya? O sea…. La hora pasa, digo. Cerca de las dos de la madrugada y al ver que ya habíamos tomado por asalto la habitación, divertidamente decorada, del anfitrión, sucedió lo que no había planificado hasta el momento: me acordé del error que había cometido en un examen meses atrás y que nunca antes, en mis cinco sentidos, había logrado reconocer. Realizaré un comentario al respecto, decía yo, para disque amenizar el momento (y pasar piola por otra hora más). Así lo hice y lo que recibí fue más de lo que esperaba: “chicas, creo que es tarde, mejor las llevo a sus casas”. Fin del cuento.