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enero 28, 2008

Cuentitas claras...

Quienes me conocen, saben de mi actuar directo y knock out verbal en el que puedo caer al expresar mi forma de pensar. Con respecto a las relaciones sexuales y amorosas, sigo manteniendo ese estilo frontal y digo, a calzón quitao – nunca tan literalmente hablando-, ciertas verdades.

Por ello, hace un tiempo me vi enfrascada en una debate acerca de los gastos que se suceden dentro de una relación. Incluso considerando aquellos que van desde el momento del afán hasta el pago del telo en algunas oportunidades. Digamos que ardió Troya y como conclusión resolví que existen aún, en estos tiempos, algunos dignos ejemplares del Pitencatropus erectus, pero ojo su existencia no es gratuita sino en muchos casos, por obra y gracia de algunas señoritas, que no tiene reparo para abrir las piernas pero sí para abrir la cartera y portarse con un sencillo.

Vayamos por partes. Cuando un pata te invita a salir, digamos que es intrínseco, que él asumirá todos los gastos, pues se trata como bien dice de una invitación. De igual manera cuando una hace la invitación (horror!!! anda esquivando las miradas inquisidoras y expresiones cachacientas) debe asumir, que todo corre por su cuenta. Pero, mano en el pecho, ¿cuántas veces hemos invitado nosotras? Por el temor al qué dirán, siempre te guardas las ganas y esperas sentada que te llame o te mande un mail para concertar la cita.

Digamos que también existen las salidas pactadas, aquellas que se rigen por el japanajá, mitad/mitad, tú pagas las entradas, yo pago las canchitas y gaseosas etc, Salidas en las que cada uno baila con su pañuelo y todos felices. Especifiquemos que estas salidas se concretan una vez que la relación es más cercana y no hay roche en decir, ‘pucha pero estoy medio misión’ que traducido quiere decir: ‘tendrás que portarte con algo’.

Sin embargo, cuando la relación ya está establecida, algunas chicas asumen que la inversión (aunque haya sido poca y a regañadientes) ha rendido sus frutos y es tiempo de desentenderse del asunto financiero. Todo ello, con el amén de sus novios, que sí pegan el grito al cielo, si a ellas se le ocurriría pagar el telo en un momento de arrechura pero que termina lamentándose a fin de mes por estar más misios que el Chavo del Ocho.

Señores y señoras, bienvenidos al mundo real, aquí todos tienen ganas de comer, de beber, de viajar, de bailar, y claro está de tirar; entonces ¿dónde está el roche en que, en alguna oportunidad, una pague esos gastos, incluso cuando aún no sean relaciones formales? Si dentro de una relación ocasional, una corre con algunos de estos gastos, ¿debemos asumir que es menos ‘señorita’ que otra que está inmersa en una relación pero de la cual parece asumir sólo el papel de vampiresca, claro está financieramente hablando?.

La independencia económica no debe ser entendida como sinónimo de libertinaje o como amenaza a la relación ya establecida. Es simplemente ponerse una mano en el pecho y otra en el bolsillo derecho, porque de amor no se vive, sino que lo diga Calamaro.

De las 'chapitas' y otros demonios

He aquí una colaboración solidaria de Pheebe, amiga de Helga y su particular relación con las 'chapitas'.
Recibir cadenas de tus amigos/as, conocidos, compañeros, jefes, parientes y demás personas que puedan pertenecer a tu entorno, es una de las maneras que tienen de decirte “oye, no tengo tiempo de escribirte, pero estoy pensando en ti”. Es eso, o quieren llenarte la casilla del mail con mala onda. No me gustan las cadenas, no las reenvío. Pero muy de vez en cuando, recibo alguna que me llama la atención. Y la guardo. Y en esta oportunidad, la comparto.

Mi otrora mejor amiga del colegio reenvió una cadena con el título “chapitas” que más que nada, parecía pertenecer a la categoría de chiste que de artículo de interés o powerpoint reflexivo. De lo que en realidad se trataba era de una hipótesis acerca de las tres casillas amorosas en las que podías acomodar a un “pata”; sin vínculo sanguíneo o amical; centrándose sobre todo en el frustrado y constante “chapita”. Pero, ¿qué es una “chapita”?

Una “chapita” es aquel individuo (ojo, la “chapita” no tiene género, religión o orgullo; pero como es una fémina quien comanda este teclado, será un él) que profesa su amor por ti frente al espejo cada día y guarda un altar en donde te tiene como diosa y santa; esperando por el día en que tengas un desliz y abras los ojos al verdadero amor, es decir él, a fin de poder formar la linda familia con 2.3 hijos y el labrador canela de sus fantasías. Es como en el comercial de Sprite: tu pata te tiene ganas.

Tú lo sabes, todos lo saben, es vox populi entre tus patas de la u, los amigos de la chamba y hasta tu vieja se pregunta porque él pasa a recogerte en su carro si vive en el Callao y tú en Surco; sólo para llevar a tu gato al veterinario. Lamentablemente para él, tú has optado por interpretar el mejor papel de tu vida, el de despistada naive que sólo ve un asexuado amigo, con carro y beneficios para muchas; con nulas posibilidades de llegar si quiera a primera base. Le quieres, le estimas, pero ahí muere la flor. El desliz que él espera puede que ocurra con inconmensurables cantidades de alcohol de por medio y mucha rabia contenida a causa del ex y sus pachotadas. Aun así, el famoso erase & rewind (muchas veces fingido) del día siguiente, marchitará sus esperanzas y regresará todo a como en el inicio, al menos para ti.

¿Es esta una realidad cruel? De hecho. Pero la mera verdad es que, como lo mencioné un par de párrafos arriba, las mujeres también corremos el riesgo de ser “chapitas” del otro sexo; con consecuencias devastadoras de las que muchas no nos podemos recuperar (si, he sido chapita y a mucha honra!). Utilizando esta justificación, la teoría de la “chapita” la aplicamos libremente sin mayor recargo de consciencia. Total en el amor y la guerra, se vale todo. ¿o no?

Las virtudes y ventajas de tener una chapita (o chapitas dependiendo de lo aguerrida que puedas ser mi querida lectora) son tan múltiples como las chances de que se te voltee la tortilla y te vuelvas la sumisa de la dinámica. Entre los beneficios más comunes se encuentra la movilidad gratis, la pareja multievento y el regalito ocasional sin motivo alguno; además del salvavidas emocional que todas necesitamos en algún momento. ¿Los puntos negativos? Uno sólo, que vale por cien. Si no tienes la maña, control y el arte para lidiar con tu chapita, sus detalles, melcochas y mandadas; muy lejos no vas a poder llegar. Es en esta posibilidad que la “chapita” basa todo su afán contigo, apoyándose en el refrán “él que la sigue la consigue”. ¿Y qué pasa si la consigue?

Existe la posibilidad latente de que tu “chapita”, en un completo alineamiento de los astros y planetas, consiga su objetivo; y de tanto ir la mula al trigo, el trigo se ablanda y termina por ser comido. Instantáneamente, la venda que cubría tus ojos cae al piso y descubres ante ti un pata renovado, nuevamente un ente sexual, lleno de bellas cualidades, en donde la más importante es que te rinde pleitesía a ti, a ti y solamente a ti. Esta nueva categoría con el orgullo renovado, es la de “galán”. El reto está en descubrir si se trata de un galán “con truco” o “firme”.

Usualmente si es una chapita la que ha realizado la transición, lo más probable es que se trate de un galán “firme”. Vale decir que no necesariamente es una “chapita” la que se eleva a la mencionada categoría, puede ser un pata que por azares del destino y la mano de la buena (buenísima) fortuna se cruzó en tu camino. Entiéndase por galán “firme” aquel hombre (o mujer; siempre hay una Eva para un Adán) que reúne todas las cualidades con las que alguna vez soñaste en el hombre perfecto, es el adonis de tus sueños, el padre de tus hijos; aquel que deja a los anteriores hombres en tu vida como cáscaras de plátano con las que tuviste la miseria de resbalarte.

Casi como un reflejo perfecto del hombre ideal encontramos al galán “con truco”. Aparenta ser el firme, un churrísimo relleno de chocolate con esos ojos que te desnudan desde media cancha. Estas dos cualidades son las que usualmente lo llevan a obtener todos los beneficios de la relación física; pero cuando la cosa comienza a ponerse sentimental y la palabra compromiso salta más seguido en el diálogo, se calza las zapatillas de correr y fuga total, excusas de más son lo último que sabemos de él. Recuperarse de un galán “con truco” es la cosa más difícil que puede haber para aquellas sensibles y crédulas del amor verdadero. Pero sin desesperar, pues el corazón con llaga; como cualquier herida, se cicatriza con un poco (o mucho) alcohol; y tiempo, siempre el bendito tiempo.

En este mundo en donde las cosas pasan cada vez más rápido y son más casuales; son muy pocas las valientes (o quizás, muy pocas las que lo admiten) que van en busca del galán “firme”. Personalmente, yo estoy en busca de tal; con poca suerte y demasiadas cáscaras de plátano en el camino. Pero hasta que llegue ese momento mis congéneres, les recomiendo disfruten (no abusen) de esas “chapitas” fieles que nos alegran la vida, llenándonos de cumplidos; y para cuando el cuerpo pida un “con truco” sin compromiso nunca estará de más, sin incitar a la promiscuidad claro está.

Y después de tanto parloteo, sólo quiero preguntarles algo: ¿cuántas “chapas” tienen ustedes en la lista? Abran bien los ojos y verán cuantas encuentran y lo variadas que pueden ser: chapitas, chapas, de plástico, metal y hasta tapas rosca! Pero esa ya es harina de otro costal y tema para otra crónica.

Pheebe, la amiga de Helga.

Bi way





Hace poco tuve la confesión de una cercana amiga acerca de su bisexualidad, y lejos de espantarme con el asunto, me lamentaba el hecho de que ésta haya sido vía Chat y no en persona, puesto que hubiese sido más rico –y no literalmente hablando- tenerla a pocos centímetros relatándome cómo descubrió su opción sexual.

No es la primera vez que tengo la ‘confesión’ de una bisexual; años atrás, sentada en una banca de la universidad, una amiga terminó por decirme que había puesto punto final a su relación con una ingeniera porque terminó revolcándose con un tipo el fin de semana y que fácil, eso se convertiría en algo cotidiano. Primera noticia para mí, pero traté de ensayar una reacción de lo más open mind, preguntándole, ¿estás segura de ello?. Plop.

¿Promiscuidad?, ¿inseguridad?, ¿inmadurez?, empecé a cuestionarme acerca del motivo por el cual, estas niñas dejaron de encontrarle el gusto al manoseo varonil, al beso con roce respectivo, a la punteadita durante el baile, en fin, a todas esas señales que te dan los chicos para decirte: ‘te tengo ganas’. Y la verdad, que luego de escucharlas y leerlas, sólo me resto decirles: ‘bien por ti’.

Si de gustos se trata, pues a mí me gustan los chocolates, el hip hop, caminar sin zapatos, la gaseosa sin gas, el arroz con huevo, pero no me gustan las chicas. Ello no me impide de reconocer que hay hembrones y hembrones, chicas con tetas riquísimas, culos de impacto, y también las hay de sonrisas tiernas, manitas delicadas, caritas inocentes, pero con todo lo lindas y ricas que puedan ser, simplemente NO ME PONEN. No pienso en ellas de la forma como puedo pensar y desear a un pata que me está echando el ojo en algún bar. Pero, ahí está el detalle, ¿cómo puedo decir que no me gustan si no LAS he probado?

Una de mis amigas bisexual me interrogó si alguna vez había intentado besar a otra chica, ya sea por un mero juego o por el solo hecho de probar qué cosa se siente. La pensé por un rato, y luego le contesté que no lo había hecho, pues nunca había tenido la oportunidad y en todo caso, no había encontrado –ni encuentro- una chica que despertara ese deseo en mí. Me replicó que sería bueno intentarlo antes de negar tajantemente mi gusto por el mismo sexo.

Sinceramente, la idea no me da vueltas en la cabeza. Pero si reconozco que suelo considerar mis experiencias para objetar o desechar algo, sin embargo, en este caso, no aplicaré la misma regla porque siempre pruebo lo que me llama la atención, lo que despierta verdadero interés en mí, lo que mueve alguno de mis sentidos, lo que me dejaría con la incógnita de saber cómo pudo ser y no fue.

Con 26 años a cuestas y una vida colmada de experiencias heterosexuales, el plantearme probar mi gusto por el mismo sexo no está dentro de mis prioridades, sin embargo, reconozco la actitud de estas dos niñas, que fueron más allá y encontraron la verdad de su propia milanesa. Buen provecho.