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enero 28, 2008

De las 'chapitas' y otros demonios

He aquí una colaboración solidaria de Pheebe, amiga de Helga y su particular relación con las 'chapitas'.
Recibir cadenas de tus amigos/as, conocidos, compañeros, jefes, parientes y demás personas que puedan pertenecer a tu entorno, es una de las maneras que tienen de decirte “oye, no tengo tiempo de escribirte, pero estoy pensando en ti”. Es eso, o quieren llenarte la casilla del mail con mala onda. No me gustan las cadenas, no las reenvío. Pero muy de vez en cuando, recibo alguna que me llama la atención. Y la guardo. Y en esta oportunidad, la comparto.

Mi otrora mejor amiga del colegio reenvió una cadena con el título “chapitas” que más que nada, parecía pertenecer a la categoría de chiste que de artículo de interés o powerpoint reflexivo. De lo que en realidad se trataba era de una hipótesis acerca de las tres casillas amorosas en las que podías acomodar a un “pata”; sin vínculo sanguíneo o amical; centrándose sobre todo en el frustrado y constante “chapita”. Pero, ¿qué es una “chapita”?

Una “chapita” es aquel individuo (ojo, la “chapita” no tiene género, religión o orgullo; pero como es una fémina quien comanda este teclado, será un él) que profesa su amor por ti frente al espejo cada día y guarda un altar en donde te tiene como diosa y santa; esperando por el día en que tengas un desliz y abras los ojos al verdadero amor, es decir él, a fin de poder formar la linda familia con 2.3 hijos y el labrador canela de sus fantasías. Es como en el comercial de Sprite: tu pata te tiene ganas.

Tú lo sabes, todos lo saben, es vox populi entre tus patas de la u, los amigos de la chamba y hasta tu vieja se pregunta porque él pasa a recogerte en su carro si vive en el Callao y tú en Surco; sólo para llevar a tu gato al veterinario. Lamentablemente para él, tú has optado por interpretar el mejor papel de tu vida, el de despistada naive que sólo ve un asexuado amigo, con carro y beneficios para muchas; con nulas posibilidades de llegar si quiera a primera base. Le quieres, le estimas, pero ahí muere la flor. El desliz que él espera puede que ocurra con inconmensurables cantidades de alcohol de por medio y mucha rabia contenida a causa del ex y sus pachotadas. Aun así, el famoso erase & rewind (muchas veces fingido) del día siguiente, marchitará sus esperanzas y regresará todo a como en el inicio, al menos para ti.

¿Es esta una realidad cruel? De hecho. Pero la mera verdad es que, como lo mencioné un par de párrafos arriba, las mujeres también corremos el riesgo de ser “chapitas” del otro sexo; con consecuencias devastadoras de las que muchas no nos podemos recuperar (si, he sido chapita y a mucha honra!). Utilizando esta justificación, la teoría de la “chapita” la aplicamos libremente sin mayor recargo de consciencia. Total en el amor y la guerra, se vale todo. ¿o no?

Las virtudes y ventajas de tener una chapita (o chapitas dependiendo de lo aguerrida que puedas ser mi querida lectora) son tan múltiples como las chances de que se te voltee la tortilla y te vuelvas la sumisa de la dinámica. Entre los beneficios más comunes se encuentra la movilidad gratis, la pareja multievento y el regalito ocasional sin motivo alguno; además del salvavidas emocional que todas necesitamos en algún momento. ¿Los puntos negativos? Uno sólo, que vale por cien. Si no tienes la maña, control y el arte para lidiar con tu chapita, sus detalles, melcochas y mandadas; muy lejos no vas a poder llegar. Es en esta posibilidad que la “chapita” basa todo su afán contigo, apoyándose en el refrán “él que la sigue la consigue”. ¿Y qué pasa si la consigue?

Existe la posibilidad latente de que tu “chapita”, en un completo alineamiento de los astros y planetas, consiga su objetivo; y de tanto ir la mula al trigo, el trigo se ablanda y termina por ser comido. Instantáneamente, la venda que cubría tus ojos cae al piso y descubres ante ti un pata renovado, nuevamente un ente sexual, lleno de bellas cualidades, en donde la más importante es que te rinde pleitesía a ti, a ti y solamente a ti. Esta nueva categoría con el orgullo renovado, es la de “galán”. El reto está en descubrir si se trata de un galán “con truco” o “firme”.

Usualmente si es una chapita la que ha realizado la transición, lo más probable es que se trate de un galán “firme”. Vale decir que no necesariamente es una “chapita” la que se eleva a la mencionada categoría, puede ser un pata que por azares del destino y la mano de la buena (buenísima) fortuna se cruzó en tu camino. Entiéndase por galán “firme” aquel hombre (o mujer; siempre hay una Eva para un Adán) que reúne todas las cualidades con las que alguna vez soñaste en el hombre perfecto, es el adonis de tus sueños, el padre de tus hijos; aquel que deja a los anteriores hombres en tu vida como cáscaras de plátano con las que tuviste la miseria de resbalarte.

Casi como un reflejo perfecto del hombre ideal encontramos al galán “con truco”. Aparenta ser el firme, un churrísimo relleno de chocolate con esos ojos que te desnudan desde media cancha. Estas dos cualidades son las que usualmente lo llevan a obtener todos los beneficios de la relación física; pero cuando la cosa comienza a ponerse sentimental y la palabra compromiso salta más seguido en el diálogo, se calza las zapatillas de correr y fuga total, excusas de más son lo último que sabemos de él. Recuperarse de un galán “con truco” es la cosa más difícil que puede haber para aquellas sensibles y crédulas del amor verdadero. Pero sin desesperar, pues el corazón con llaga; como cualquier herida, se cicatriza con un poco (o mucho) alcohol; y tiempo, siempre el bendito tiempo.

En este mundo en donde las cosas pasan cada vez más rápido y son más casuales; son muy pocas las valientes (o quizás, muy pocas las que lo admiten) que van en busca del galán “firme”. Personalmente, yo estoy en busca de tal; con poca suerte y demasiadas cáscaras de plátano en el camino. Pero hasta que llegue ese momento mis congéneres, les recomiendo disfruten (no abusen) de esas “chapitas” fieles que nos alegran la vida, llenándonos de cumplidos; y para cuando el cuerpo pida un “con truco” sin compromiso nunca estará de más, sin incitar a la promiscuidad claro está.

Y después de tanto parloteo, sólo quiero preguntarles algo: ¿cuántas “chapas” tienen ustedes en la lista? Abran bien los ojos y verán cuantas encuentran y lo variadas que pueden ser: chapitas, chapas, de plástico, metal y hasta tapas rosca! Pero esa ya es harina de otro costal y tema para otra crónica.

Pheebe, la amiga de Helga.

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