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noviembre 05, 2007

La pequeña saltamontes


Tras sostener una larga plática virtual con un amigo, que se quejaba de no ligarse a una flaca en varios meses y tras varios intentos, mi paciencia se colmó y me despaché directo y sin anestesia, diciéndole: ‘intenta –muy sútilmente, por cierto- tener sexo virtual con ella, a ver si se calienta el ambiente y te suelta prenda alguna’. Tras unos minutos de pausa, recibí una respuesta inesperada: ‘Es que no sé cómo, ¿me enseñas?’.

Había recibido así, la propuesta de convertirme en instructora de sexo virtual de la noche a la mañana. Al principio, esquivé la situación, pero la insistencia y las ridículas insinuaciones que pretendía hacer el inexperto me hicieron ver que algo tenía que hacer. Enfundada entonces en mi traje de superhéroe, revisé rápidamente mi lista de contactos en el msn para ver si alguien podría darme una manito y Bingo, ahí estaba él: quien se convertiría en mi sensei, mi Yoda, mi maestro Miyagui.

Ahora, la inexperta era yo, ¿cómo iniciar una conversación subidita de tono, calenturienta, totalmente arrechona con alguien a quien no veía hace varios años y con el cual sólo había compartido inocentes vivencias escolares?. Sin embargo, recordé que alguna vez me comentó que se sentía un enfermo por pensar siempre en sexo y por ligarse a cuanta hembrita apetecible se le cruzaba. Pensé entonces: estamos en la época de lo ‘Nothing is impossible’, y desde luego el sexo virtual no tiene por qué ser la excepción, además mientras no nos veamos las caras, pues mucho mejor. Menos roche.

Le comenté la propuesta que había recibido y tras recibir una carcajada virtual, me abordó en una: ‘en serio, ¿nunca ‘has jugado’ por Internet? Ni con alguno de tus enamorados?’. No me dejó responder y en seguida me dijo: ‘respóndeme algo, ¿sigues con esas piernotas que tenías en el colegio?. Toma mientras, primer pase de balón y yo seguía en la banca, calentando para entrar a la cancha.

Las conversaciones se tornaron en una sucesión descriptiva y al detalle de hechos, lugares, deseos, palabras y propuestas que terminaban en promesas que alguna vez cumpliríamos. La química fluyó e inexplicablemente coincidíamos en gustos y preferencias. Todo era meramente sexual, sin sentimientos de por medio, sin tapujos, totalmente sinvergüenzas. Los chats terminaban con una descarada despedida: ¡Adiós, y hasta un nuevo cuentito!.Terminada ‘la capacitación’, me mandé con las primeras clases al pupilo.

Pero descubrí que mi amigo –el angurri- torpemente seguía mis indicaciones. Me decía que la flaca no le seguía el juego. Le propuse entonces improvisar un hot – Chat, y tal como lo sospechaba, perdió por goleada. No sólo era torpe sino frío, sin imaginación, aburrido. No había vuelta que darle, no había nacido para esto.

Decidí entonces hacer una pequeña encuesta entre mis conocidos, para saber si alguna vez habían practicado sexo virtual con sus parejas o con algún desconocido y también para saber cómo se habían sentido. La mayoría señaló que no, que les daba roche, que no le veían la gracia; pero algo me decía que sus prejuicios no les permitían contarme al detalle de las pajareadas que se habían metido. No insistí. Sin embargo, hubo quienes me confesaron que sí, y que incluso habían tenido conversaciones recalentonas con personas comprometidas. Total todo era virtual y para pasar el rato estaba bien.

Aprendida la lección, desistí de seguir en mi papel de instructora. El experimento había concluido y las hot sessions se ausentaron por un buen tiempo. Ahora son solo recuerdos y promesas plasmadas en la pantalla de una fría computadora.

Pasito a paso


Paso a paso, el momento se acerca. Las manitos cobran vida por sí solas y ya no se dejan conducir. Tus ojos cerrados solo permiten desear que el momento nunca termine. Tus labios y sus labios, demasiado húmedos, juguetean y exploran, nunca tan atrevidamente como hasta ahora. El estómago se te congela por momentos, se te sube y se te baja y el cuello se te eriza. Y justo ahí cuando decides que debes parar, cuando piensas que ya estás en ‘otro nivel’ y no hay vuelta atrás, cuando el corazón te patea el pecho como queriendo salirse para volver a entrar pero mucho más adentro, sientes que algo ya está dentro de ti y definitivamente no es tu corazón.

Ya está. Ya lo hiciste. Tu primera vez. Tu primera relación sexual. Tu primer tire. Tu primera cogida. Tu primera folladita. Auch, dolió, ahí abajo, ahí arriba y ahí en medio. Definitivamente no fue cómo lo habías pensado, fue mejor o fue peor, pero nunca como lo habías planificado. Recuerdas haber estado en varios momentos ‘limbo’, así los llamo. Momentos en los que los jueguitos de mano, roces, caricias, besos parecen no ser suficientes y quieres llegar a cuarta base.

La primera fue aquella, del beso sin lengua, de piquitos calentones y coquetos, la tuviste hace millones de siglos. La segunda fue tu primer ‘señor agarre’, ‘con todo’, es decir, sentiste sus manos, sintió tu boca, tus pechos y tú sentiste ‘el bulto’. Ríete ahora, pero en ese momento, la cara de palteada nadie te la quitaba. La tercera, se la comentas a tus amigas, para ver si ellas ya han llegado a esta base y sentirte menos puta. Cuerpos desnudos intercambiando solo besos y un dedo juguetón y explorador que te da señales que lo bueno está por llegar.

¿Y los sentimientos? Esos juegan un partido aparte. Tu compañero puede o no haber variado. Y eso resulta básico, puesto que las comparaciones no se dejan esperar. Comparaciones que llegan con mentadas de madre, con llantos a moco tendido, con pícaros comentarios, con lamentos insufribles y en algunos casos compasivos, con dudas sin resolver (el clásico, ¿Qué hubiera pasado si atracaba?), etc.

Te preguntas ¿Hacer el amor es igual que tener sexo, al menos en tu primera vez? Para la mayoría de chicos, su primera vez da lo mismo, lo importante es llegar y si ella llega, pues puntos bonus a su favor. Pero para una, concientizada desde niña a que debes perder la virginidad con quien te vas a casar, definitivamente la primera vez DEBE ser sinónimo de hacer el amor. Si no fue así, agáchate que te cae la primera piedra. No pues, así no juega Perú.

Cuando entre nosotras nos preguntamos: ‘¿cuándo, con quién y cómo fue tu primera vez?’. Todas al unísono, tratamos de responder: “con mi enamorado pues”, a sabiendas de que quizá en ese tiempo no lo era y que después TENÍA que serlo. Y pobre de la que responda: ‘fue con un chico con el cual salía’. Horror!!! Sientes las miradas puñaleras y la inquisidora pregunta: ‘¿y cómo te sentiste después?’.

Sin embargo, nada ni nadie puede quitarte la idea de que para ti, tu primera vez fue maravillosa. No importa si te dejaron, si se te acabó el amor, si te engañaron luego, es más, incluso si no llegaste. No importa. Tú hiciste el amor. Estabas enamorada –aunque quizá años después reconozcas que no era así- porque una siempre busca involucrar un sentimiento para sentirse menos vacía, menos utilizada.

La primera vez importa, pero en un aquí y ahora y no en conversaciones posteriores, ni en arrepentimientos absurdos, pues no es una historia que tengas que contar, sino en una que tengas que sentir y que te termine dibujando una sonrisa en el rostro.