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noviembre 26, 2007

Grande XX!!

¿Cuál es esa extraña sustancia, célula, hormona u quizá bacteria que tenemos las mujeres que nos hace reaccionar como noviecita desesperada cada vez que empezamos a pasarla bien con algún chico? Explico e ilustro esta interrogante con una cercana situación.

Hace unos meses, una de mis mejores amigas empezó a salir con un apuesto caballero. Promisorio futuro, buen trabajo, buena presencia, agradable conversa y -siendo bastante benevolente-, buen sexo. El pacto inicial por parte de ambos era pasarla bien, en buen cristiano, relación sin compromiso, tire sin amor, relación abierta. Todos felices, todos contentos.

Los meses transcurrieron y las llamadas telefónicas, chats, mensajitos de textos, mails y toda forma de comunicación se hizo más frecuente. Sin embargo, ninguno de los dos hablaba de transformar la relación en algo más formal. Pero por la manera cómo hablaba mi amiga del susodicho, por el brillo de sus ojos, por los movimientos nerviosos de sus manos y los ataques de histeria que tenía cuando se frustraban los planes de verlo podía presagiar que alguien estaba lanzándose a la piscina sin siquiera una gotita de agua.

Sin embargo, en palabras textuales de mi amiga, ‘todo esta bien, el pacto era pasarla bien y no debía involucrar sentimientos’. Primera señal de que todo se cagó: reiterar cada segundo la mulatilla ‘Estoy tranquila, todo está bien’. Cuando en tu cabeza esta fuckin frase se repite una y otra vez y esbozas una sonrisita medio cojudona para complementarla es que ya estás frita, estás saltándote el cintillo amarillo de PELIGRO, NO PASAR.

Ante este escenario sólo te restan dos opciones: tragarte enterito el sapo o simplemente dejar de verlo por salud mental, hormonal pero sobre todo sentimental. La primera opción no es apta para principiantes, sensibilidades a flor de piel, fieles seguidoras de cupido o propensas a cortarse las venas hasta con una galletita de soda. Así que queda hablar claro y esperar que la contraparte se pronuncie para bien (formalicemos, amor) o para mal (necesito un tiempo para mí, estamos en contacto, yo te llamo y un largo etcétera).

Sin embargo, quienes consideren que por el momento la agradable y calentona compañía no sobrepasa los límites de lo físico, pues provecho, que la comelona continúe, pero oído a la música que ese cuento sólo necesita ser creído por una. No vale autoconvencerse de lo contrario. No obstante, puedo apostar que en más de una oportunidad la idea de avanzar un escalón más y pensar más de la cuenta en esa persona, terminará por traicionarnos y nos obligará a hacer de esta experiencia sólo un húmedo recuerdo.

Considero que tiene que ser algo genético lo que nos hace involucrarnos siempre más que la otra parte. Siempre he escuchado que los hombres son más pasionales, más animales (sin ofender) y tienen hasta dos cabezas para poder pensar en una mujer. Nosotras, en cambio, queremos y tratamos de convencernos que podemos actuar como ellos: menos compromiso y más acción. Gracias a los cromosomas que no somos así.

1 comentario:

  1. No creo que todas las mujeres sean así de enamoradizas. En estos tiempos abundan las gatas techeras, y las bitches totales.Bien por ellas.

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