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diciembre 26, 2007

Plancha quemada


No podía haberlo sacado al ojo. No había forma de hacerlo. No era el ‘macho de América’, el Juan Salvaje, el semental de la facultad, pero de gay no tenía ni la pinta, ni la actitud. Me gustó y me seguirá gustando aunque conozca de sus propuestas en el baño de los chicos.

Cuando te enteras que el chico que te vacila, al que deseas besar cada vez más cerca a la boca cuando te saluda, es gay, no te deprimes, ni reniegas, ni piensas en las cada vez más escasas chances que tienes de toparte con un pata tan bacán como él. Piensas solamente en cómo no te diste cuenta que él es de ‘tu bando’.

Haces un recordaris de las señales que te dio, las miradas que cruzaron, las sonrisas que te robó, las veces que pasó frente a ti pudiendo haber tomado otro camino, las conversaciones que propició, los malos chistes que te contó, en fin. Simplemente recuerdas, te ríes, mueves la cabeza en actitud incrédula y decides mejor pensar en otra cosa. Decides que el tiempo pase y que tu amistad sea lo único que te ate a él.

Sin embargo, un gusto es algo perenne. Siempre gustarás del chocolate, de algún tipo de películas, de un grupo musical, de una forma de besar, de dormir, de llevar el cabello, etc. y por tanto siempre gustarás de alguna persona que alguna vez te gustó. Aun cuando ésta esté casada, fuera del país, lejos de tu oficina, se haya mudado de barrio, de escuela, e incluso hasta de sexo.

Para autocompadecerte empiezas a pensar en los defectos de esa persona pero inevitablemente terminas con un: ¡qué fucking desperdicio! Ya está. Te gusta y tú no le gustas. Punto. Pero entonces, porqué sigue sonriéndome así, porque la hace larga para acompañarme al paradero, porque me abraza tan fuerte, ¿será bi? Empiezas a preguntarte. Noooo, yo le voy al Necaxa, te dices y chapas tu combi.

Definitivamente fijarte en un gay –sin saber que lo es- no es una situación muy común, pero intercambiar actitudes heterosexuales con uno, es para ‘cagarte’ el cerebro. Sabes que no puedes hablar de ese tema, hasta tener la confianza necesaria y haber encontrado las palabras adecuadas para no dejarte en total evidencia y caer en mal interpretaciones. Aquí los rumores se esfuman y lo cierto se reduce a las actitudes, tal y cual sucedieron y al significado que se les dieron. Menudo panorama.
Ojos bien abiertos. Nada te asegura que esto no te vuelva a suceder, quizá este sábado en la disco cuando te saquen a bailar un pegajoso reggaeton, o cuando hagas la cola en el cine y te topes en solitario con alguien, o quizá en aquel compañero de clases que ya se acomodó en tu grupo de estudio para ir a tu casa al saber que tienes hermanos. Guarda ahí.

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