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diciembre 26, 2007

It's my party


El sábado pasado estuve fotografiando a unos adolescentes de un renombrado colegio durante su fiesta de promoción y mientras lo hacía no dejaba de recordar mis años escolares, sobre todo, los de la secundaria y reparé en aquellos amores de colegio, que difícilmente logran perdurar, pero también en esos romances fugaces y en esos primeros chapes a escondidas en los salones durante alguna actuación.

Pero me centré en mi fiesta de promoción realizada exactamente hace 10 años. Reparé en los vestidos, en los peinados, en los recargados maquillajes, en los modernos celulares que ni siquiera el más pituco de mi cole tenía, en la forma de posar ante el lente, en la forma desesperada de beber el líquido elemento, en la cada vez menos inocente forma de bailar, en resumen, en infinidad de detalles que me hicieron ver como una chiquivieja.

Sin embargo, sigue sucediendo que para ellas, es EL evento mientras que para ellos, es sólo su fiesta de promoción. Las jovencitas parecen haberse pasado meses buscando el vestido más original y también el más apretado, aunque el peinado sólo se reduzca a un fugaz laceado. Los zapatos son lo de menos, total un mix de perreo hace que terminen bailando sin ellos. No dejan de ir cada cinco minutos al tocador para ajustarse más el vestido o acomodarse el sostén ‘engañamuchachos’ o quizá meterse el dedo para poder vomitar y seguir tomando a la par de sus compañeros.

Ellas bailan solas, se prenden el cigarrillo, el porrito, se sirven la chela, el vodka, el whisky o el trago corto de su elección, total ya saben que un guiño al mozo de turno lo arregla todo. Acuden presurosas donde el dj a pedirle que pongan más merengue y menos salsa, más perreo y menos rock, “ya quizá para las 4 de la mañana puedes ponerte algo de electrónico” le dicen mientras empinan el codo.

Pasada la madrugada, las que no se comen a besos al novio en plena pista de baile, ya están chequeando a ese amigo, al que siempre le han tenido ganas y que ahora en su último día piensan darle trámite. Otras han “invitado” a su pareja, es decir, en buen cristiano, le han pagado al pata para que vaya con ellas y obvio, eso tiene un precio: un buen chape. Aunque para él, son solo amigos.

Otras parecen estar más entretenidas bailando muy juntas, abrazándose y dándose de besos frente al lente, quieren ser fotografiadas, quieren que la cámara de video inmortalice el instante. Ensayan poses y sonrisas, mientras más atrevidas son, más celebradas se sienten.

Ellos, solo se dejan llevar por la bulla, el humo del cigarro, el éxtasis del trago y otros menjunjes. Tratan de evitar las fotos y el ser filmados, algunos entierran sus cabezas en la mesa, esperando que amanezca y les sirvan el desayuno, porque ahora las fiestas de promoción incluyen desayuno, ojo, y no es un revitalizante caldo de gallina.

Sigo fotografiando pero los ojos se me cierran, mis pies han dejado de moverse y mis oídos están saturados de Daddys Yankees y Tegos Calderón. Sólo quiero irme, aunque la fiesta esté en todo su apogeo, para mí ya está en muere. Pido un vaso con agua, (¡qué monse me dice un chibolo!) y disparo mi último clic. A esa hora, hace 10 años, estaba en el carro de mi viejo yéndome a dormir. Y pienso:¿dónde estás papá?, ya sácame de aquí.

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